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La vida y otros cuentos

Encuentro

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Lucía lleva muchos años viviendo en Grijalbo, un pequeño pueblo de la zona norte de Madrid en el que ella encontró la paz que, en aquel momento, necesitaba para poder conciliar su vida y su mente al venir de una relación muy tormentosa. Es de mediana edad, con ojos verdes, cara bonita, cuerpo armonioso y grácil al andar.

Cuando conoció a Sergio eran dos jóvenes amantes del baile. El día en el que ella ganó el primer premio del concurso de rock, en una famosa discoteca de la capital, él se acercó a felicitarla y la invitó a bailar. Fue amor a primera vista. Se quedó prendada de los ojos de Sergio, de su cuerpo atlético y flexible que la llevaba en volandas por la pista de baile, como buen profesional que era. Cuando llegó a su casa la madre de Lucía vio en sus gestos y en su mirada que algo le tenía que contar. Paquita, era joven aún, de belleza serena y ojos verdes que había heredado su hija. Se llevaban muy bien y Lucía le contaba todas sus confidencias.

—Lucía, tienes los ojos chispeantes. ¿Me cuentas qué te ha sucedido para estar tan alegre?

—Mamá, hoy he conocido al hombre de mi vida.

—Me alegro por ti, cariño —le dijo sorprendida—. Pero cuidado con los amores a primera vista que no siempre son lo que parecen.

El inicio de la relación fue como el cuento perfecto. Todo en Sergio era maravilloso. Atento, cariñoso y poco a poco se fue consolidando haciendo muy feliz a Lucía.

Rosa, la mejor amiga de Lucía, ya conocía a Sergio y cuando le contó que estaban comenzando a salir juntos, Rosa le advirtió de que hacía varios años que tenía pareja. Lucía se enfadó con su amiga. Estaba tan enamorada que no admitió esa posibilidad. Fue pasando el tiempo y la relación entre Lucía y Sergio siguió como el primer día, pero a Lucía le extrañaba que, de vez en cuando, él la llamaba, en el último momento, para anular la cita que tenían porque siempre le surgía algún imprevisto. También pensaba que nunca le hablaba de la posibilidad de comenzar a vivir juntos y siempre tenía excusas para llevarla a su casa.

La casualidad hizo que Lucía viese con sus propios ojos que en la vida de Sergio había otra. Fue en un centro comercial al que ella iba a menudo. Le vio cogido de la mano de una mujer, alta y delgada, de pelo rubio y algo mayor que él. Los vio de lejos cuando ya salían del centro. En ese momento, lamentó mucho no haber escuchado a su amiga Rosa, rompiendo, incluso, la amistad que tenían de tantos años.

Cuando Lucía le dijo a Sergio que le había visto con otra mujer, a él, en principio, le costó admitirlo con excusas y palabras huecas, aunque al sentirse presionado, le aseguró que estaba muy próximo el momento de dejar a su mujer. Aquello no llegó; sin embargo, Lucía estaba tan enamorada que siguió con él. Lo que al principio fue como un cuento, acabó convirtiéndose en una relación clandestina alimentada por las brasas de lo prohibido que con el tiempo dejó de serlo. Secretos, riesgo, pensando siempre en que podría haber mil ojos observando y cuando se quedaba sola pensaba que se estaba convirtiendo en una rutina esclava en la que nunca llegaría más lejos. Se estaba ahogando y a pesar de ser decidida y tenaz, le costó mucho tomar la decisión de dejarlo todo y marcharse. Su madre, siempre a su lado, le ayudó a que tomase esa decisión viendo el sufrimiento de su hija. Así fue como llegó a Grijalbo.

Ahora ella es feliz. Encontró a Roberto, un hombre atractivo, de complexión fuerte, cariñoso, amable, que le hizo la vida más fácil desde que le conoció. Él es bastante mayor que Lucía y vecino del pueblo. Se conocieron en el «Portalón», uno de los tres bares que hay en Grijalbo y al que le gustaba ir a Lucía por los bollos artesanos que tenían siempre en la vitrina del mostrador y la buena acogida que le dieron desde que llegó.

La primera vez que Roberto vio a Lucía le gustó su manera de moverse y la mirada de sus ojos verdes aunque tristes. Estaba sola en una mesa tomando uno de los deliciosos «croissants» que él traía a diario. Se dedica a la panadería y repostería y abastece a los bares y panaderías de la zona.

—Hola, buenos días —Se presentó Roberto—. ¿Le gusta la bollería que está tomando?

—Sí, me encanta, se nota que es artesanal y del día —le respondió Lucía con simpatía.

—Me llamo Roberto y soy yo quien hace estos dulces. Me alegra saber que le gustan. Con más ilusión los haré a diario para que vaya probando toda las variedades.

—Encantada —le dijo Lucía—. Pero no los hará solo por mí. Imagino que será para todos los clientes que acuden a degustarlos.

—Claro que sí, pero ahora, conociéndola, también los haré para usted.

Desde ese día, Roberto hacía todo lo posible por llevar sus productos a la hora que iba Lucía para coincidir con ella. Comenzaron a verse y los dos se sintieron atraídos a pesar de que ella aún no había conseguido olvidar a Sergio. Pero Roberto, con su bondad, su tolerancia y respeto, consiguió que Lucía se enamorase de él. Fue un amor pausado, sosegado, que con el paso del tiempo, desembocó en una unión de pareja. Una felicidad sin sobresaltos que a Lucía le vino muy bien para poder quitarse de la cabeza la relación anterior.

A menudo, por su trabajo, Lucía baja a Madrid y aún le resulta sorprendente ver cómo cambia el paisaje en cuestión de segundos. Disfruta, a su regreso, contemplando, desde la ventana del autobús de línea, como se van transformando los edificios de oficinas en montañas, cerros, extensas llanuras, adoptando una nueva configuración. Cada día se siente afortunada y feliz por haberse atrevido a cambiar de vida.

Una de las veces que ha tenido que bajar a la ciudad, entre la gente, creyó ver a Sergio. Tuvo que mirar dos veces para comprobar que era él. La juventud había ido pasando y ahora estaba cambiado. Más grueso, con menos pelo, pero era él. De repente, Sergio se vuelve, sus miradas se juntan y el mundo se detiene. Los ojos de Sergio y lo que decía su mirada no habían cambiado. Eran los mismos ojos que la enamoraron cuando le conoció.

Hasta ese momento, Lucía podía decir que era feliz y que todo iba bien, pero su corazón le estaba diciendo lo contrario. Sin embargo, después de haberse cruzado las miradas, cada uno continuó su camino. Lo que no vio Lucía en Sergio es que, al igual que ella, dos lágrimas le caían por las mejillas. Ella pensaba que había cerrado esa herida y, en ese momento, sintió que había sido en falso y comprendió que no estaba preparada para lo que acababa de suceder. Un sentimiento tan fuerte azotando su corazón como una ola embravecida. Regresó a su casa con sentimientos contradictorios. Agradeció enormemente que, al abrir la puerta, no estuviera Roberto. Necesitaba estar sola.

Desde aquel día, en las noches que no puede dormir, en la penumbra de su cuarto, teniendo a Roberto al lado, piensa que, aunque su corazón haya latido de una forma diferente, ella tiene a su compañero de vida que la ama por lo que ella es, que la respeta, que la valora y se queda con él, durmiendo a su lado, compartiendo sus abrazos, su cariño, su alegría de vivir, siguiendo con la vida con la que se siente tranquila y feliz.

«A veces el amor de tu vida llega después del error de tu vida».

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Autor: marylia4

Madrileña, aficionada a escribir, socialista, cinéfila, amante de la música, cocinitas, inquieta, decidida, curiosa por la vida..... y otros cuentos.

23 pensamientos en “Encuentro

  1. Avatar de Paseando de nuevo por la vida

    Me ha gustado mucho leerte. Las cosas son mucho más cómo acaban que cómo empiezan

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  2. Avatar de Sabius

    Una relación que comienza con una mentira no puede terminar bien. A lo sumo se convierte en lo que llamas relación clandestina y eso no es lo que debería ser. Lucia acertó con su decisión, aunque siempre queda esa frase que hemos escuchado tantas veces que dice «El corazón tiene razones que la razón no entiende». A menudo el amor es complicado. Me ha gustado el relato. Un abrazo.

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  3. Avatar de azurea20

    Estupendo texto y acertado pensamiento final. Un abrazo.

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  4. Avatar de beauseant

    Cuando construimos algo sobre las mentiras siempre se nos acaba derrumbando, más temprano que tarde…

    Me ha gustado la reflexión final, una gran verdad…

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  5. Avatar de sercan455

    Hermoso relato y mensaje querida amiga. Considero que lo que ningunos de los dos evalúo, es como hubiese estado la relación, de haber continuado juntos todos esos años. Abrazos

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  6. Avatar de beatrizzp

    Me ha encantado 😍. La mentira es enemiga del amor.

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  7. Avatar de recuerdosparacuerdos

    Muy bueno. Ma ha gustado mucho.
    Saludos

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  8. Avatar de Carlos Menéndez

    Amor pasión frente a Amor maduro.

    El encuentro en Madrid entre Lucía y Sergio es la misma escena del semáforo de «Los puentes de Madison», y Lucía elige la misma opción que Francesca.

    Gracias por compartir el relato. Me gusta cómo lo cuentas.

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  9. Avatar de Julio González Alonso

    ¡Ay, los laberintos del amor! Me gusta, al fin, el final del relato, «amar con quien bien te ama / es la historia». Abrazo, y salud.

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