maryliablog

La vida y otros cuentos

El cine

Deja un comentario

Todas las semanas, cuando llega el viernes, espero con expectación a tener la información de los estrenos de cine para ver qué película puedo ir a ver. Y casi todos los viernes, por no decir todos, me quedo con las ganas porque no encuentro ninguna película que merezca la pena desembolsar el dinero que vale la entrada. Quiero ir al cine y no puedo.

Ir al cine se convierte en una liturgia para mí. Cuando entro en la sala y me acomodo, porque ya no existen acomodadores,  y veo esa gran pantalla en blanco, con las luces de la sala encendidas, estoy deseando que se apaguen para comenzar a sentir las emociones que provocan las historias que allí se cuentan. Entonces, para mí, comienza la magia.

Mi afición por el cine viene desde la infancia y se lo tengo que agradecer a mi abuela materna. Ella era una gran aficionada. Junto a ella, desde muy pequeña, pude ver películas de «mayores» porque el portero del cine donde íbamos, al menos tres días a la semana, hacía la «vista gorda» cuando mi abuela le decía «..Si mi nieta es muy pequeña y no entiende…» y era verdad que no las entendía, pero me cautivaban. Mis ojos, prácticamente, no pestañeaban durante toda la filmación.

Donde íbamos, era un cine de barrio de «sesión continua». Esos cines donde sí había acomodadores que te acompañaban hasta la butaca y que daba igual la hora que fuéramos porque si llegábamos con la película empezada, podíamos quedarnos a verla de nuevo las veces que quisiéramos hasta el final de la sesión.  En los descansos, entre película y película, recuerdo que en esa pantalla enorme  ponía «Visite nuestro ambigú».

En esos ratos de descanso,  mi abuela sacaba los bocadillos que había preparado previamente en casa y dando buena cuenta de ellos, nos íbamos preparando para, de nuevo, volver a la oscuridad de la sala y ver en la gran pantalla a esos héroes, heroínas, príncipes o princesas de sesión doble.  En esa época, pude ver  las películas de Marisol, mi ídolo de ese tiempo. El cebo, película que se me quedó grabada en la retina y que, a día de hoy, todavía la recuerdo con desasosiego. Ben-Hur, Los Diez Mandamientos, películas obligadas durante la Semana Santa a las que íbamos todos los primos juntos,  o las películas de «mayores» como Desnuda frente al mundo. Esta última era de las que no entendía, pero me quedaba con los ojos muy abiertos viendo a Gina Lollobrígida y Tony Franciosa en un melodrama que, en ese momento, según supe después, causó gran escándalo dado el puritanismo de la época. No puedo hablar del cine de esa época sin señalar el  NO-DO, informativo  por excelencia, en blanco y negro,  donde se contaba la inauguración de un pantano o la boda de una señorita de la alta sociedad. De esta manera, el cine se convirtió en una de mis grandes aficiones.

Me hice mayor, y por las obligaciones propias de la edad, se acabó el ir al cine con la asiduidad de antaño. Eran años en los que había una gran creatividad cinematográfica; todas las semanas se estrenaban grandes películas. Cuando, el poco tiempo que tenía, me lo permitía, aprovechaba para ir al cine y ver todas las películas que tenía en mi lista como «pendientes». Estos cines ya no eran de «sesión continua», con lo que tenía que ser muy puntual sino quería ver las películas empezadas. Y comenzaba mi particular maratón de cine: Entraba a las cuatro de la tarde en uno de aquellos cines que había en la Gran Vía, salía al finalizar la película y me iba corriendo para llegar a otro y volvía a salir de nuevo para llegar a la última sesión de otro cercano. Tardes en las que disfrutaba al máximo viendo obras maestras del cine que eran un placer para los sentidos. La saga de El Padrino, Tarde de Perros, El Expreso de medianoche, Regreso a casa, Alguien voló sobre el nido del cuco, Chinatown. Españolas como La Escopeta Nacional, Mi querida Señorita o El Crimen de Cuenca, son solo una muestra del cine que se hacía en aquel momento. Eran tiempos de grandes éxitos, con grandes colas que se formaban delante de la taquilla para verlas.

Con el paso de los años, muchos de los cines en los que solo había una gran sala donde proyectaban una sola película, se fueron convirtiendo en multisalas donde, en el mismo espacio, había  tres o cuatro proyectando a la vez varias películas. Las salas eran más pequeñas pero, no por ello, la magia del cine dejó de existir. Era la época del inicio de la saga La Guerra de las Galaxias. Recuerdo que era el año 1980 cuando, por primera vez, fui a un «minicine» de la calle Luchana a ver El Imperio Contraataca.

Actualmente, con los medios y los soportes digitales que existen, cada vez menos gente va al cine. Las grandes series televisivas han sustituido a las películas.  Hubo un tiempo en el que las series de televisión no competían con las películas de cine. Es más, muchos actores y actrices lo eran solo de televisión porque no tenían el suficiente «caché» para trabajar en el cine. Ahora es todo lo contrario, ya no existe ninguna línea divisoria entre el cine y la televisión. Sobre todo, grandes series que tienen mucho en común con las grandes producciones cinematográficas. Directores, actores, actrices que trabajan simultáneamente en uno u otro formato, porque  ya no consideran un género menor a las series de televisión.

Sea por las series o por la falta de ideas, es una realidad la carencia de buenas películas que «enganchen» al público y permanezcan en las salas de cine más de un mes. Puede ser por la crisis, por el poco riesgo que asumen los productores o porque que estemos ante un nuevo modelo. El caso es que quiero ir al cine y no puedo. Eso sí, no pierdo la esperanza de ver, de vez en cuando, buenas películas que me tengan «pegada» a la butaca, desde el principio hasta el final, viviendo una experiencia inimitable y sintiendo la magia que transmite el CINE con mayúsculas, porque es imposible sustituir la magia de la pantalla grande con una de TV por mucho «fullHD» que tenga.

8-love_it_leave_it

 

 

Avatar de Desconocido

Autor: marylia4

Madrileña, aficionada a escribir, socialista, cinéfila, amante de la música, cocinitas, inquieta, decidida, curiosa por la vida..... y otros cuentos.

Deja un comentario